La pulsión autoritaria, Right-Libertarians y neoreaccionarios
«Lo único capaz de gestionar bien al capitalismo es el autoritarismo»
Estamos en una patente “paradoja” en el discurso público. Se acepta que la mejor forma de gobernar y ordenar nuestras sociedades es bajo la mezcla de Democracia y Capitalismo. De hecho, nos han hecho creer que son indisociables. Sin embargo, vivimos permanentemente en las llamadas a que la sociedad se articularia mejor bajo un sistema autoritario y capitalista. Es decir, hay una constante pulsión autoritaria.
Voy a ser honesto, es un tema sobre el cuál llevaba tiempo interesado en escribir, pero la inspiración para hacerlo me llegó viendo la entrevista que le hizo Jordi Wild al coronel Pedro Baños en su podcast -que cada vez tiene más papeles de convertirse en el faro de la Alt-Right patria como el de Joe Rogan en los Estados Unidos-.
En esta entrevista, el conocido coronel en su línea de hacer ver que Occidente es un Imperio en decadencia no deparó en halagos a los sistemas autoritarios que sí que parecen “asegurar” el futuro de sus sociedades. Mientras tanto, el interlocutor, no con muchas tablas en filosofía política, asentía fruto de esa pulsión autoritaria. Al final de esa pieza del “debate” los dos acordaron que se necesitaba un sistema meritocrático y una aristocracia técnica que dirigiese el país. Por no decir que veían en los sucesivos cambios de gobiernos, propios de una democracia, el Talón de Aquiles de la misma. Al final la propuesta era meridianamente clara: los regímenes autoritarios son estables y los mejores para gestionar bien el/al capital. No me quiero detener mucho más, pero el coronel llegó a vislumbrar un sistema de becas que se repartiesen por una doble vía, necesidades económicas y coeficiente intelectual, creí haber retrocedido siglo y medio.
Este zanjar el debate, aludiendo a la estabilidad de la autoridad para gestionar mejor la sociedad y la economía, me recordó a la analogía que usaba el Right-Libertarian Hans-Hermann Hoppe.
El gobierno que articula una sociedad es como una casa y hay dos tipos de habitantes en una casa, los que son propietarios porque la han comprado, y los que son inquilinos porque están de alquiler. Los segundos, dado que no es su casa la cuidan peor y no invierten ni mimo ni dinero en ella, porque se irán. En cambio, los propietarios, al saber que se quedarán allí hasta el resto de sus vidas o que venderán la casa, si deciden invertir en ella, en mejorarla, en definitiva, proveerle un mejor futuro.
La analogía es bastante clara para la propuesta que quería mostrar Hoppe, que la mejor manera de gobierno para el capitalismo es la de una Monarquía Autoritaria y Privada.
Al fin y al cabo, lo que pedían los dos contertulios era bastante similar a lo propuesto por Hoppe: unos gobernantes que no se turnan tanto tiempo querrán de verdad mejorar el gobierno de su sociedad. Esto ya de por si es autoritario, pero quedaba porque ambos dos -cada uno en la medida de sus capacidades- dijeran cómo debían ser los dirigentes. Y aquí, estaban otra vez de acuerdo, los dirigentes debían de ser “los más listos y mejores preparados para el puesto”. Esta idea no es solo un dinamitar el espíritu propio de la Democracia, que cualquiera pueda ser elegido -sobre el papel-. Si no que de por sí, lo que se plantea es muy arbitrario ¿Quién decide quién es el mejor economista? ¿y el mejor médico? Al fin y al cabo las tecnocracias mueren, precisamente, por la falta de renovación de sus cuadros y marcos.
Esta pulsión autoritaria cada vez está más presente en el discurso público y el fenómeno de los neoreaccionarios y la gente que los apoya -a medias tintas- es sintomático. Los Estados Unidos siempre han vivido en esa paradoja de querer ser una democracia ejemplar y tener una pulsión autoritaria muy fuerte, pero ahora tienen “´lideres” económicos que quieren hacer de políticos porque sólo así se salvará ese imperio en decadencia. Trump representó esa pulsión autoritaria puesto que él era considerado un empresario de éxito y tenía unas formas autoritarias, considerándolo asi sus seguidores como el mejor para el puesto de Presidente. Pero ahora este discurso se reproduce cada vez más con gente que sí que puede comprar elecciones fácilmente o subvertirlas por un poder tecnológico que acumulan. Jeff Bezos o Elon Musk ya suenan como propuestas de nuevos reyes autoritarios para dirigir Estados Unidos, igual que el CEO de Google. En España no estamos lejos, la izquierda se toma a chascarrillo la plena pleitesía que tiene la derecha por figuras como Amancio Ortega, pero esto representa la misma pulsión autoritaria.
La “escisión” de la Escuela de Austriaca encabezada por Murray Rothbard y Hans-Hermann Hoppe, que crearía a los Right-Libertarians, representó esa caída del mito de la indisociabilidad de la Democracia y el Capitalismo. Y, por tanto, abonó el terreno para la creación de otro paradigma en el que el capitalismo debía de convivir con regímenes autoritarios para asegurar su buen desempeño. Ahora, nos encontramos con la muerte ideológica del neoliberalismo y una “vuelta del Estado” en la economía. Este cambio de paradigma ha sido bastante suave y, aunque no cambia las dinámicas del neoliberalismo, es cierto que la sociedad ha dado la bienvenida a esta vuelta del estado, pero también desde una pulsión autoritaria: si el Estado vuelve a tener un papel en la economía, tiene que ser desde las coordenadas de que quienes estén en él, sean unos aristócratas-técnicos que den estabilidad. Parece que la democracia ya es prescindible con tal de que “estén los mejores al mando” para que el capital sea bien gestionado.
¿Quiénes son los mejores? Pues parece ser que para algunos elementos reaccionarios de la sociedad esta selección de la próxima aristocracia no se basa en el mérito académico o de conocimiento, sino en el mérito de haber sido, previamente, un buen gestor del / para el capital. Por ello, los nombres que suenan son los de Jeff Bezos, Elon Musk… gente que, si bien es cierto que tienen una imagen construida de tener conocimientos o ser “inteligentes”, son ricos porque gestionaron bien, y ahora, se les reclama para que, como Nuevos Reyes, hagan con el Estado como con sus empresas. Es la versión de los neoreaccionarios (NRx) popular eligiendo precisamente a esos que están cada vez más imbuidos en esa ideología.
Esto señala una vez más, que parece que no hay salida al capitalismo, ya puede caer el mito liberal de la mezcla entre Democracia y Capitalismo que parece que no pasa nada. El fin del neoliberalismo, o su muerte, no se ha traducido en un intento de superar este sistema económico sino que se ve al neoliberalismo como una etapa de desmanes del mismo y que por lo tanto hay que atajar. Es decir, parece que solo hay dos caminos, o el autoritario Right-Libertarianism o el intento de volver a la “antigua socialdemocracia”, pero ambos significan lo mismo: una pelea por ver quién es el que mejor gestiona(rá) al capitalismo. De nuevo, no hay un pensamiento “out of the box” en cuanto al sistema económico con el que queremos que se articule la sociedad futura. Todos los caminos se quedan en la “misma caja”.
Y hay que romperla para asegurar un mundo nuevo que se intentará que sea mejor.