Sobre el tecnofeudalismo y los Neoreaccionarios(NRx)
El “Tecnofeudalismo” ha penetrado mejor en las corrientes de pensamiento de izquierda que en otras. Este concepto goza incluso de un aura que, en cierta manera, relaja el nerviosismo propio de cuando buscas una salida en un callejón que no la tiene.
La izquierda está inmersa en ese Realismo Capitalista fisheriano, ese callejón sin salida jamesoniano, la ya manida frase de que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Ahí está la izquierda, aquí es dónde vemos por qué coquetea con el concepto tecnofeudalismo. Este concepto, harto desarrollado desde la izquierda, incluso desde posiciones marxistas, lo que demuestra es que, como dijo Morozov, la izquierda ha perdido todo pulso teórico e innovador. Por no decir la pasmosa falta de confianza en sus propias estructuras teóricas, prefiriendo adjetivar al capitalismo como si haciéndolo, se demostrase que él mismo está en un proceso de contradicción última, que esta vez sí, lo hará reventar. ¿Qué decir de esta postura? Mecanicista y propia de un marxismo demasiado vulgar para ser catalogado de marxista.
Desde la Caída de la URSS andamos apellidando al capitalismo de distintas maneras, señalando una nueva fase que por fin lo tirará: capitalismo financiero, capitalismo digital, capitalismo de la vigilancia, tecnofeudalismo… incluso capitalismo tardío goza de ese misma aura mecánica que viene a calmar las conciencias de aquellos que quieren acabar con el capitalismo pero imaginan antes el fin del mundo.
Este tecnofeudalismo es este último apellido, aquél que pretende vislumbrar el fin del capitalismo porque se ha comido por sí solo, pareciendo no entender la economía política propia del sistema, no entender que la lógica del capital sigue presente, que sin la pata financiera, los Venture Capitals, no existe esta posibilidad llamada tecnofeudalismo.
Esta vuelta al feudalismo parece otro eterno retorno. Cuando caía la URSS -puesto que fue un proceso paulatino-, se avanzó ya en ese “estamos evolucionando hacia otro sistema”. Parecía un fin de la historia más amable porque imaginaba otra vía. En esa época, los años 80, el nuevo feudalismo iba a estar protagonizado por las grandes mega-corporaciones estadounidenses que extendían sus tentáculos por más de la mitad del mundo. Fruto de esta vuelta al feudalismo nos encontramos con la producción literaria del cyberpunk y otras distopías (anti)capitalistas.
Pero ese volver a otro sistema anterior, y en específico, al feudalismo, no es nuevo: los grandes, y novísimos, capitales estadounidenses de finales del siglo XIX se construían castillos y se mostraban muy interesados por la antigüedad feudal y la masonería como una vuelta a aquel pasado. Pero no es sólo que la élite sepa de quién es heredera, como clase, y se sienta atraída e intente reproducir aquellas dinámicas sociales. Es que hay una reminiscencia cuasi feudal en el discurso de a pie de hoy en día. En aquél que dice: es que sin el empresario no existiría el trabajador. Es un atar tu existencia como trabajador a la existencia previa, cuasi-vasallaje, de un empresario, que no de una empresa como institución social determinada o de un modo de producción específico.
Ahora, que el tenofeudalismo sea una quimera teórica, tal cual nos es pensada y presentada, no implica que no haya quienes, ideológicamente, intenten hacerlo realidad. Aquí es dónde irrumpen los Neoreaccionarios (NRx) o los de la Ilustración Oscura.
La NRx fue, en un principio, teorizada en la década de los 2000 por el ingeniero informático Curtis Yarvin, bajo seudónimo Mencius Moldbug, y refinada posteriormente por el filósofo inglés -hiperracista en sus propias palabras- Nick Land.
Los seguidores del movimiento NRx, en su mayoría afincados en los alrededores de Silicon Valley, persiguen una sociedad reaccionaria, antidemocrática, antiliberal, antiigualitaria y anti-ilustraciones modernas. Esta nueva sociedad estaría basada en distintos feudos o monarquías (neo)camerales dirigidas por un gran CEO de una empresa, en este caso, un CEO de una Big Tech.
Para refinar toda la NRx, Nick Land- considerado el que hizo el canon del movimiento- se sirvió de los escritos de Yarvin, pero también se basó en las ideas defendidas por el ultraderechista y neofascista Julios Evola y los libertarios de derecha Pati Friedman y Hans-Hermann Hoppe.
En una unión con los libertarios de derecha, Land conceptualizó que, al contrario de lo que defienden algunos libertarios capitalistas, el Mercado no es un ente democrático, de hecho, es antidemocrático y antiigualitario. Una obviedad: no todo el mundo va al mercado a consumir con las mismas capacidades económicas. Esta desigualdad es “natural”, hay gente más capaz y otra menos capaz, lo que no se debe de intentar es democratizar este mercado, hay que potenciar que los más fuertes sean los que dominen. El “natural” está entrecomillado por una razón muy específica: el transhumanismo. Si no tienes determinadas capacidades, siempre puedes potenciarte a ti mismo vía tecnología para aumentar tus capacidades. En esta pequeña distopia dentro de la distopia, podemos ver que siguen muy presentes las lógicas del capital. Es decir, al Mercado a lo que se va es a consumir, no se mide la fuerza de cada individuo en un pulso en el que una persona, mediante el transhumanismo, pueda tecnológicamente mejorar su fuerza. Es absurdo, entonces, como al mercado se va a consumir, el transhumanismo es una quimera empresarial más, si se inventa algo útil, se vende consiguiendo dinero y ese dinero es la capacidad para ser más fuerte. Como he mencionado, la lógica del capital sigue intacta, hasta en la distopia ultraderechista en la que el mercado se vuelve (más) autoritario parece que le falta velocidad para escapar de lo expuesto en Los Grundrisse.
Para llevar a cabo esta utopía suya, distopia nuestra, se debe erigir un neocameralismo en el que el CEO sea el que dirija el feudo y que quienes quieran tener algo que decir, deben comprar las acciones de la compañia para tener voz en la nueva cámara dónde se decidirá el futuro de la empresa-feudo.
Se debe ser honesto, el movimiento NRx nació muerto en los últimos años de la década de los 2000, pero ahora puede que haya una revitalización por unos factores muy específicos: la conceptualización del Tecnofeudalismo, la hegemonización de la Alt-Right -con la cual comparte algunos pilares, aunque con diferencias- y que se está produciendo una “rebelión contra el sistema” de los grandes CEOs en la cual su psicopatía juega un factor determinante.
Corazón de esta “rebelión” parecen ser un Elon Musk en su versión Alt-Right después de haberse tomado una pastilla roja o la de su ex-colega Peter Thiel, de corazón NRx que quiere intervenir y destruir la democracia estadounidense a golpe de talonario.
Hay otro factor determinante que se encadena con este último de Peter Thiel, ahora mismo está el capital disponible para fundar proyectos megalómanos para intentar ponerlo a producir plusvalía otra vez. Siento repetirme, otra vez que no pueden escapar de Los Grundrisse. Se cuenta con una ingente cantidad de capital totalmente improductivo deseoso de propagarse y rentabilizar(se) en nuevos horizontes. Sólo así podemos concebir los dos “grandes” proyectos que se quieren realizar en el corto plazo: la colonización de Marte y la creación de una ciudad tecnofeudalista NRx en mitad del mar sin leyes a través del Seasteading Institute. Ambos proyectos, sobre todo el de la colonización de Marte, se nos vende a través de la pátina del solucionismo tecnológico: una nueva vida en otro planeta, mientras el de aquí se nos muere precisamente por el sistema económico-social-histórico que queremos transportar a Marte.
El mayor problema con el que nos encontramos las personas que estamos en alguna corriente de izquierdas anticapitalista es que se ha conjugado perfectamente el capital y la voluntad de estos CEOs, se ha abierto la ventana de oportunidad, y no la están dejando pasar. Peter Thiel está comprando candidatos en las elecciones estadounidenses para, bajo tesis aceleracionistas, quebrar la democracia estadounidense y que la sociedad acepte la vía autoritaria. Musk está invirtiendo miles de millones de dólares para que una empresa privada, bajo su mandato, colonice Marte. Mientras tanto, gente como Hans-Hermann Hoppe teoriza sobre la caída de la democracia y la total incompatibilidad entre libertad y capitalismo desde posiciones (neo)reaccionarias.
Para abrir(nos) una nueva vía que desactive la suya se ha de pasar por el aro de recargarnos ideológica y teóricamente y evitar apellidar al capitalismo. Ellos no corren más que las teorías marxistas, se les puede perseguir perfectamente con ese caballo de batalla. Obviamente, tampoco se ha de caer en leer a Marx, y compañia, como si sagradas escrituras fuesen y ser sinceros: el núcleo de su filosofía y de la Crítica de la Economía Política no es adivinar el futuro, es dotar de herramientas para construirlo. Sólo “deshaciéndonos” de esa interpretación vulgar del Materialismo Histórico en la que se da por segura que la próxima etapa es el socialismo-comunismo, evitaremos caer en un mecanicismo inútil.
Para finalizar unas pinceladas. Urge que desde la izquierda se conozca la naturaleza del Silicon Valley, un sumidero de millones de dólares, tanto públicos como privados al servicio de la lógica capitalista. Un lugar que sólo se puede entender gracias al respaldo del dinero público, pregúntenle a Musk. Y, por otro lado, el tecnofeudalismo erra desde el principio como concepto: las grandes compañias de Silicon Valley, primero, no están aisladas del sistema económico; segundo, no pretenden vivir de las rentas (o data digital), pretenden rentabilizarlas; tercero, quieren ese data digital en tanto que se puede transformar en dinero en el Mercado al que sacarle una plusvalía, por lo tanto la lógica capitalista está indemne; cuarto y último, el capitalismo y su lógica no tiene ningún problema o no es incompatible con el autoritarismo y hay sobrados ejemplos de ello en la Historia.
Salgamos de ese fin de la historia en forma de Realismo Capitalista.